La sensación de querer vivirlo todo

La sensación de querer vivirlo todo

Llevo dos horas en la habitación del hostal en el que estoy alojándome en Phokara, la segunda ciudad de Nepal. Estamos a mediados de Noviembre y sin embargo aquí hace una temperatura primaveral que me encanta. Desde la cama, diviso a través del gran ventanal las colinas que rodean el lago que hay aquí al lado y la gran stupa, el templo de la paz, en la cima de una de ellas. Es un día perfecto en todos los aspectos, si lo miras desde fuera.

Sin embargo siento cierta ansiedad en mi interior. Una sensación que me dice que tengo que salir, salir a la calle y hacer cosas, hacer algo, lo que sea. Que no me puedo quedar aquí más rato. Que tengo que escapar de mi inacción, que estoy desaprovechando el día, desaprovechando la vida. Que tengo que distraerme, en definitiva.

Hay cientos de opciones disponibles: ir a comer algo rico a alguno de los increíbles restaurantes que están cerca, asistir a una clase de yoga que dan dentro de una hora en un templo budista, alquilar una bici, una moto, un kayak, un quad… hacer parapente, caminar, correr, ir al gimnasio, darme un masaje, explorar nuevas zonas de la ciudad… son demasiadas.

Es domingo. Llevaba toda la semana con Sarah y Saffi, dos chicas que conocí al coincidir con ellas en el trekking, una caminata de cinco días que hicimos en las faldas del Annapurna, el que probablemente es uno de los parajes de montaña más bonitos del mundo. Pero una de ellas se marchó ayer y la otra ha hecho lo mismo esta mañana. Así que vuelvo a estar solo.

Vuelvo a tener que decidir qué hacer en todo momento, a descubrir qué es lo que me apetece. Sin ayuda. Sin dirección ni energía externa. Podría estar todo el día entero tirado en la cama y a nadie le importaría ni pasaría nada. No tengo una fecha límite para estar aquí. Nadie me espera ni espera nada de mí. Al menos no por unos días.

Pero no puedo ni quiero hacer eso. Hay algo en mi interior que me impulsa a salir y buscar, aunque no se aún el qué. Quizá es simplemente escapar de mis sensaciones.

Estoy pensando que quizá siempre he sentido esta especie de ansiedad por vivir… iba a escribir por vivir “experiencias”, pero no, no es eso. Me gusta probar cosas nuevas, sin embargo hay muchas situaciones que están al alcance de mi mano y no hago ningún esfuerzo especial por experimentarlas.

Le llamaría quizá una ansiedad por vivir vidas. Me gustaría, ahora que estoy aquí, subir una de estas montañas de 8.000 metros de altura. Vivir esa increíble experiencia de la expedición al filo de la muerte y volver para contarlo. Por poder, podría hacerlo: dedicar un par de años a entrenar y prepararlo todo y que mi objetivo de vida durante un tiempo indefinido fuera ese. Pero entonces tendría que dejar muchas otras cosas de lado.

También en su día quise ser piloto de Fórmula 1, viajero del mundo entero, escritor de éxito, surfista y un emprendedor multimillonario. Me gustaría saber qué se siente siendo monje budista en un templo perdido en las montañas, haciendo meditación todo el día y qué se siente al tener una familia numerosa y vivir en una casa con jardín a las afueras y un perro.

Querría saber qué se sintió al ser piloto de aviones de guerra de la primera guerra mundial, al vivir en la edad media, al dar un concierto delante de miles de personas en los años 90 o al pisar la luna.

Es posible que estas sensaciones estén alimentada por la lectura y las películas, por conocer historias personales de primera mano. Me fascinan las vidas humanas y sus ilimitadas posibilidades. Y también me produce un sentimiento amargo el saber que no voy a experimentarlas todas.

Además, a medida que cumplo años, esas posibles vidas van acotándose y me veo forzado a escoger. Ya no podré ser nunca un piloto de Fórmula 1, por ejemplo. Y voy a tener que elegir entre otras muchas opciones, porque para llevar a cabo la mayoría de ellas se necesitan varios años de dedicación, a veces décadas enteras.

Tengo la inmensa suerte de poder escoger, lo cual ya de por si es increíble; la mayoría de personas en este planeta no tienen esa oportunidad. Quizá eso es lo que hace que no me acabe centrando en nada. Ahora mismo estoy en mi vida de viajero y escritor y creo que en el proceso de realizar un cambio, el cambio de “lo que quiero yo” a “lo que puedo hacer para ayudar a los demás”.

Creo que puedo ayudar a los demás viajando y mostrando cómo es el mundo. Escribiendo, aunque aún no esté seguro al cien por cien de cómo. Eso es lo que trato de descubrir. Y empiezo a estar en paz escogiendo una de esas vidas.

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