Lo que Piensas que es y lo que Realmente es
Es curioso cómo nos hacemos una idea preconcebida de todo lo que puede ocurrir en el futuro. En este caso, las ideas de cómo será un viaje a un lugar en el que nunca hemos estado.
Antes de viajar a Sudamérica, varias personas me recomendaron que fuese con cuidado.
En España, las zonas del mundo que se cree que son más peligrosas son África, Oriente Medio y Centroamérica/Sudamérica, en este orden (sin contar los países actualmente en guerra).
He pasado ya por 7 países de la zona y creo que tengo una visión un poco más realista del asunto. De momento, no me he sentido inseguro en ningún instante durante los 5 meses que llevamos viajando.
Si que es cierto que eso depende muchísimo de varios factores:
- La zona o barrio a la que vayas
- A qué hora pases por allí
- Lo que vayas enseñando
- La suerte que tengas
Es decir, hay barrios “chungos” en casi todas las ciudades: si te metes a pasear en uno de ellos a altas horas de la noche, solo, vestido con ropa cara y mirando tu nuevo Iphone, compras muchísimas papeletas para que te pase algo.
Pero eso suele ser tan sencillo de evitar como hablar con cualquier local el primer día en el que llegas y preguntarle acerca del tema.
Y sí, por supuesto en algunos de estos países hay muchos más robos y asesinatos que en España. Hace pocos días, en Lima, una chica me comentaba que a ella una vez le atracaron en un buen barrio de la ciudad a punta de pistola.
Por suerte a mí, de momento, no me ha pasado nada, lo cual no quita que pueda ocurrir de aquí a final del viaje, pero el dejar de visitar estos países solamente por el tema de la inseguridad es una preconcepción absurda.
Como en todos los países del mundo, hay gente buena y gente mala, pero los del primer tipo siempre son una grandísima mayoría.
De hecho, una de las cosas que más me han sorprendido de este viaje es la gran cantidad de personas amables o “buena gente” que había en el sur de México o en Colombia, por ejemplo. Desconocidos muchísimo más cercanos y dispuestos a ayudar que en la mayor parte de mi país de origen.
Aunque no quería solo quedarme en el tema de la seguridad.
La reflexión viene de la sorpresa constante que tengo cuando me muevo a un nuevo lugar o país. Siempre tengo una vaga idea de dónde voy a ir, pero luego llego y no tiene absolutamente nada que ver:
- Una de las maravillas del mundo, Chichen Itzá (en México) era mucho más turística y sosa de lo que creía.
- La ciudad de Antigua Guatemala, de la que no esperaba nada, una de las más bonitas e interesantes que he vistado en mi vida.
- Uno de los llamados “mejores surf spots” de América, el Zonte (en el Salvador) no lo era para nada. Aunque pasé buenos días surfeando, en Canarias hay muchas playas muchísimo mejores y más bonitas.
- Medellín, una ciudad desconocida para mí, me sorprendió porque no tiene nada que envidiar a la mayoría de ciudades Europeas y encima es muchísimo más barata.
Y así constantemente, en todo momento.
Cualquier hospedaje, zona, pueblo o ciudad a la que voy es completamente distinto a lo que yo me imaginaba. Es por eso que, últimamente, trato de no hacerme ninguna idea, de no pensar o creer que voy a estar mejor en ese sitio porque será más bonito o tendrá mejores infraestructuras, el clima será ideal, la comida más buena o la gente será más amable.
Y aún así es prácticamente imposible.
Pero aunque no consigo no crearme expectativas, sí que he conseguido, después de tantos meses, reducirlas mucho. Y eso me está ayudando a adaptarme mucho más rápido a los nuevos lugares, a la realidad de lo que hay.
Ya no me sorpende ni me afecta para mal si encuentro una cama incómoda, una cocina a la que falten utensilios básicos, un hostal sin toallas, un barrio feo, ruidoso y sucio, un lugar para comer caro o un transporte desagradable. Simplemente es normal, me adapto y me pongo a buscar soluciones.
Ese acercamiento a la realidad, en contraposición a lo que son mis pensamientos acerca de la realidad, es una de las razones por las que valoro tanto este tipo de viajes.