Indecisa Guatemala
Guatemala… hace ya unos días que dejamos este curioso país y, como todo es nuevo aquí en el Salvador, ya los recuerdos se van difuminando poco a poco. Por eso quería aprovechar hoy para poner por escrito una reflexión acerca de la energía de los países.
No, no la energía eléctrica ni la eólica, sino algo más esotérico. Algo pasó en nuestro viaje por Guatemala, pero sentimos que era un país que no nos dejaba hacer planes, nos los cambiaba constantemente.
Teníamos la idea de pasar una semana en Quetzaltenango (una ciudad a la que apodan ‘Xela’ porque es un rollo decir ese nombre completo) y tres semanas más en la capital, Ciudad de Guatemala. En ambos lugares contábamos con alojamiento gratuito gracias a Couchsurfing, por lo que estábamos encantados.
Saliendo de México, llegamos a Huehuetenango (‘Huehue’ para los amigos), una ciudad bastante cercana a la frontera donde pasaríamos un par de días y que ya de entrada nos pareció horrible: llena de coches, polución, suciedad… un lugar de esos en los que no quieres estar más tiempo del necesario.
En uno de esos días, alguien nos comentó que Xela era más de lo mismo, una ciudad súper parecida a Huehue, así que sin pensarlo dos veces cancelamos esa semana allí y, a cambio, decidimos coger un bus hasta Antigua (que se llama así porque era la antigua capital del país), porque tenía mejor pinta.
Y vaya si la tenía. A mí -Pablo- me encantó la ciudad y la describí así en una publicación de Instagram:
Rodeada de volcanes -algunos de ellos aún echando humo- que se ven desde cualquiera de sus coloridas calles empedradas, ruinas de iglesias y monasterios de estilo colonial que aparecen en cualquier esquina, llena de restaurantes y cafés espectaculares, esta ciudad devastada por terremotos a lo largo de su historia tiene una vibra especial, una combinación única de historia, cultura, naturaleza y modernidad.
Total, que pasamos esa semana allí con algún que otro contratiempo y, justo el día antes de irnos a la capital, ya teníamos recogidos muchos -demasiados- testimonios de que no era una ciudad segura, y menos para una mujer sola. A Lara y a mí nos encanta viajar juntos, pero también nos gusta tener nuestros momentos de independencia y no queríamos aceptar el hecho de que yo tuviese que ir cual guardaespaldas a su lado durante tres semanas.
Así que, de nuevo, cancelamos los planes y nos fuimos al lago Atitlán en ‘Chicken Bus’, concretamente a un pueblecito llamado San Marcos, el cual describimos así al cabo de una semana:
Es un pueblo que podríamos definir como “pihippy”, un lugar en el que la mal llamada espiritualidad cuesta su dinero y donde el ser hippy solo se define por tu vestimenta.
Carteles de todo tipo de ceremonias con ‘plantas medicinales’ (léase ayahuasca, peyote, hongos…), retiros de varios días o semanas, yoga, meditación, terapias, masajes y cualquier tipo de ceremonia alternativa cubrían sus pocas calles.
Nuestro alojamiento, sin embargo, estaba subiendo una gran ladera, donde ya encontrabas solo gente local hablando Tz’utujil, un idioma que jamás habiamos escuchado.
Las vistas desde allí eran realmente espectaculares, al igual que la paz que se respiraba en los momentos en los que no suenan los petardos (siempre hay motivos de celebración), las grandes rachas de viento por las tardes o los predicadores de iglesias cercanas.
Nos vamos con un sentimiento agridulce. La dualidad se nota especialmente en este lugar: lo bueno y lo desagradable, el aprendizaje y el hastío, lo limpio y lo sucio, la riqueza y la pobreza… y eso solo habiendo explorado un 1% del lago.
Pero aún quedaban más sorpresas.
Lara quería experimentar el irse sola a un Workaway, concretamente a un hotel de Panajachel, otro pueblo del lago, en el que pasaría una semana trabajando… y del que salió al cabo de un solo día, tal y como explicó en esta otra entrada detalladamente.
Quizá es simplemente que tendríamos que haber dedicado más tiempo a hacer nuestros deberes, a realizar una investigación más exhaustiva de los lugares a los que íbamos, pero la sensación en todo momento fue de que no podíamos tener planes fijos, que era un país que nos ‘forzaba’ a adaptarnos a lo que él quería en vez de lo que nosotros teníamos en mente.
¿Existe una energía diferente en cada país?
Obviamente para cada viajero o turista la experiencia será totalmente distinta. Pero hay países que te transmiten algo muy concreto -ya venga de su cultura, sus gentes, las experiencias que vives, o simplemente la suerte- y eso indeterminado, para nosotros es la personalidad del mismo.
Encantados de conocerte, indecisa Guatemala.