
Viajar como zona de confort
“Hace tiempo que noto que no estás del todo convencido con tu plan de viajar. Es cierto que viajar puede ser una experiencia enriquecedora y te lo puedes pasar bien, pero creo que tu verdadero propósito está enfocado ahora en estabilizarte, tener una vida más tranquila, y quizá formar una familia o montar un nuevo proyecto o negocio.
Viajar te aporta muchas cosas valiosas, pero no parece estar alineado con lo que realmente deseas ahora mismo. Más bien, por lo que me cuentas y confirmas, siento que lo que buscas es construir un camino hacia la estabilidad. Sin embargo, la forma en la que estás viviendo ahora parece llevarte en la dirección contraria.
Por ejemplo, puedes decidir visitar a esa gente que tanto tiempo llevas sin ver en Malasia, disfrutar del reencuentro y luego, si sientes que quieres volver, hacerlo; aunque solo haya pasado un mes. Cuando vuelvas, no tienes por qué apresurarte en buscar nuevos destinos como Portugal o Andalucía. Quizá podrías quedarte un tiempo tranquilo en Barcelona, disfrutar de estar allí y, poco a poco, ir definiendo cómo quieres construir tu proyecto para ayudar a los demás y dónde deseas vivir realmente.
No te preocupes por hacerlo todo de inmediato. Creo que sería una decisión sabia no continuar con algo que en el fondo sientes que no es lo que quieres ahora mismo. Desde fuera, parece que te has aferrado mucho a la idea de cumplir esos tres años de viaje, recorrer los tres continentes, escribir un libro y mantener activas las redes sociales. Es un proyecto fantástico, pero si ese ya no es tu verdadero deseo, no pasa nada por cambiar de rumbo. Que no sea tu deseo no significa que no te guste hacerlo, pero tus prioridades parecen haber cambiado.
Entiendo que puede darte miedo salir de tu zona de confort. Ahora mismo, tu zona de confort parecen ser los viajes, el constante movimiento, una vida improvisada y sin ataduras. Tal vez te asuste la idea de estabilizarte, tener una pareja estable o incluso un trabajo común con horarios definidos. Es normal que lo veas como una gran transición, pero quizá esa estabilidad que temes sea justo lo que te permita alcanzar las cosas buenas que anhelas ahora.
Por eso, me parece maravilloso que hayas reflexionado y llegado a esta conclusión después de hablar con tu madre. Me alegra mucho que hayas podido conectar con tus sentimientos y empezar a visualizar un camino que te haga más feliz.”
Estas eran las palabras en el audio que me mandó. Sabía que en parte eran ciertas, confirmaba lo que yo le había estado explicando: tener un proyecto de viaje tan largo se me estaba haciendo una bola. Viajar está genial, aprendo muchísimo y llevarlo a cabo por tanto tiempo es una oportunidad que muy pocas personas tienen. Debería estar -y estoy- agradecido de poder hacerlo.
El problema es que me estoy cansando de hacer las cosas para mí. Gran parte de mi vida adulta ha estado dirigida en pos de la libertad y el dinero que la hiciese posible. Una vez conseguidos y disfrutados ambos, parece llegar a una etapa de rendimientos decrecientes, donde más libertad me provoca, de forma irónica, menos felicidad.
No es fácil: me autoengañé diciéndome que este viaje era llevado a cabo con el propósito de escribir un libro y que con ese libro podría ayudar a otras personas. Y sí, es así. Y escribiré ese libro. Pero veo que no hace falta que sean tres continentes y tres años enteros, más que nada porque la mayor parte del tiempo viajando lo paso haciendo gestiones (buscando alojamientos, transportes, lugares para comer, gimnasios, actividades), conociendo nuevas personas (que suelen ser en su mayoría vínculos superficiales) o estando solo.
Mi tiempo puede estar mejor empleado. Más aún cuando mi país vive la peor situación política y económica de sus últimas décadas. Me dan completamente igual las banderas y los nacionalismos, pero el lugar del mundo en el que nací es maravilloso y estaría bien que continuase siéndolo. No tengo ni idea aún de qué puedo hacer al respecto, pero un granito de arena es mejor que no hacer nada.
Supongo que es parte de la pirámide de Maslow y de cumplir años: uno se da cuenta de que, una vez cubre todas sus necesidades, la mayor necesidad pasa a ser ayudar y compartir el tiempo que uno tiene con los demás.
Me da cosa dejar de viajar porque tendré que volver a enfrentarme de nuevo con ese vacío de no saber qué hacer y que, cuando encuentre algo, tendré que comprometerme con ello. Es muy fácil vivir en libertad. La sensación es de estar correteando por el campo y que te digan que tienes que meterte en una cárcel por voluntad propia, que la puerta estará siempre abierta pero que te tienes que quedar ahí. Eso es lo que siento yo de cara al compromiso, cualquier compromiso. Pero sé que tengo que hacerlo, porque la pura libertad es lo que me está consumiendo y esa cárcel en realidad aún no sé lo que es, pero no es una cárcel.