El país más difícil en el que he estado
Una vez, comenté que creo que existe una especie de “energía de cada país”. Es decir, cada país te transmite algo diferente, algo muy concreto. Esa energía puede venir de su cultura, de sus habitantes, de las experiencias que vives o simplemente de la suerte.
Eso tan indeterminado, pero que uno siente cuando está allí. Obvio, para cada viajero o turista la experiencia será totalmente distinta.
Pues bien, India ha sido para mí el país con una energía más densa y oscura de los treinta y cinco que he visitado hasta el momento y con una gran diferencia. Bien es cierto que una treintena tampoco son muchos y que no he estado en multitud de países que pueden llegar a ser ‘duros’, como gran parte de África y Oriente Medio, así como tampoco he visitado la mayor parte de India, sino solo seis ciudades y pueblos, así que ésta es una opinión completamente sesgada.
Pero ésto es lo que he experimentado y vivido durante veintiséis días en India:
- Suciedad
Éste, junto con el siguiente, es quizá el punto más representativo del país. India es un país sucio, extremadamente sucio. Hay basura por todas partes, mires donde mires. Huele mal en la gran mayoría de calles en las ciudades y no es raro ver montañas de basura y escombros al dar un paseo. En la mayoría de lugares, no existen papeleras ni un servicio fiable de recogida de desperdicios.
- Pobreza extrema
Es triste decirlo, pero te acostumbras a ver personas viviendo en la calle, tiradas en el suelo y a niños descalzos, sucios y desnutridos. Llegan a formar parte del decorado, porque es normal verlos en todas partes, así como es normal que te estén pidiendo dinero continuamente. India es un país de grandes contrastes y desigualdades y donde también puedes encontrar muchísimo lujo, pero ahora mismo el 30% de la población vive por debajo de los mínimos internacionalmente aceptados en relación a la pobreza y el 22% sigue siendo analfabeta.
- Contaminación
Es prácticamente imposible ver el cielo azul en las ciudades Indias, debido a la contaminación del aire, lo que paradójicamente hace que se vean puestas de sol muy bonitas, con una bola de sol rojo intenso y colores cálidos. Algunos de sus ríos están entre los más contaminados del mundo y ya dice mucho el hecho de que no puedas ni siquiera lavarte los dientes con agua del grifo.
- Ruido
Podríamos meterlo dentro de la categoría de contaminación acústica. Es algo a lo que yo no he podido acostumbrarme ni siquiera al cabo de un mes. Los vehículos pitan constantemente, todo el rato y te dejan medio sordo. A causa de las nulas señalizaciones y educación vial, es su manera de hacerse ver, de decir “aquí estoy”. El problema es que muchas veces también tocan la bocina cuando no hay nadie delante de forma directa, lo cual lo hace súper cansino.
- Comida
La comida India sienta mal a la mayoría de extranjeros. Esto se debe a dos factores, primero y más importante la limpieza, la mayoría de cocinas es mejor no verlas porque sus condiciones sanitarias distan mucho de lo que estamos acostumbrados. El segundo es el picante; y es que casi todo pica. Y aunque pidas que no pique, picará poco, pero picará. Su gastronomía es así.
Para mí estos serían los grandes puntos que hacen que India sea un país incómodo para visitar. Pero hay muchísimos más detalles que consiguen que sea un país que, como turista, acabe cansando, como los increíbles retrasos en los transportes (uno de nuestros trenes se retrasó un total de 12h y el otro 4h), los intentos de timarte continuamente, de los cuales perdí ya la cuenta o la falta de educación de muchos de sus habitantes (haciendo ruido sin importarles los demás, ocupando tu espacio personal…).
He visto más miradas ‘duras’ que en cualquier otro lugar. Miradas de sufrimiento y desesperanza, pero también de rabia, resentimiento y pura maldad.
India es un país complicado, con una falta de educación tremenda. Me costaba sacarle cosas buenas hasta que poco a poco entendí, gracias a poder escuchar de primera mano las entrevistas que hizo mi amiga Judith a algunas supervivientes de ataques con ácido y al grupo de mujeres conocidas como ‘Gulabi Gang’, que es una sociedad en mi opinión horrible con personas maravillosas.
Escuchar de primera mano de una chica que tiene la cara y medio cuerpo totalmente desfigurado decir que no, que no le digan ‘lo siento’ por lo que le ocurrió. Que para ella esas tremendas cicatrices y ese sufrimiento con el que carga desde que era niña es su destino, un mensaje de esperanza para el resto y de un futuro mejor, en el que las personas tomen conciencia de las repercusiones de sus actos en los demás.
Escuchar cómo una mujer que vió como pegaban una paliza a otra en la calle se interpuso, le pegaron a ella por meterse y de ahí fundó todo un movimiento social para ayudar a otros en situaciones desfavorecidas. Dando educación, ayudas económicas y psicológicas y, de nuevo, repartiendo esperanza.
Cristina, una seguidora en Instagram, me mandó un mensaje privado diciéndome que a ella India le parecía un lugar maravilloso. Le pregunté, con verdadera curiosidad, que cómo era eso posible. Y gracias a su clarísima respuesta lo entendí:
“Es innegable que el sistema debería asegurar que la situación social fuera lo menos negligente, perjudicial, perniciosa… para las personas y eso en la India es criticable como mínimo. Ahora, desde un punto de vista de seres individuales, el dolor es parte de la experiencia humana, está en nuestro inventario de “cosas” que pueden ser experimentadas.
Pues bien, cuando yo fui a la India, con lo que conecté fue con la idea de que el dolor era algo posible en la vida y que aún así merece la pena ser vivida. Porque incluso con dolor, las personas que yo conocí allí eran un ejemplo de vida. Y evidentemente, preferiría que la India, o cualquier otro país, no fuera un lugar con tantos ejemplos de sufrimiento humano, pero lo que descubrí allí es que, como ser individual y a pesar de lo vulnerables que somos a las experiencias desagradables de la vida, la capacidad de recomponerse y transitar el dolor es innegable y que aún así, vivir es posible y merece la pena. Que básicamente se parece bastante a lo que a lo mejor pudisteis sentir vosotros al entrevistar a la mujer a la que habían rociado con ácido. Esa grandeza humana (individual) que todos tenemos dentro.
Quedando dicho, que evidentemente preferiría que la sociedad no pusiera a prueba la grandeza humana generando esas desigualdades. Y en la India, desgraciadamente la pone a prueba con casi todos sus ciudadan@s más de lo que a muchos nos gustaría, por eso también horroriza tanto. Digamos que me demuestra que como seres sociales somos un fracaso pero que como seré individuales somos un puto milagro.”
Es posible viajar a la India en una jaula de oro, alojándote en hoteles de cinco estrellas por un precio irrisorio, realizando visitas guiadas a los grandes monumentos y templos en grupo, con transportes privados, comiendo en buenos restaurantes y viendolo todo ‘sin mancharte’, casi como si fuera un safari.
Es posible también visitarla en una jaula blanca, una cárcel mental de pseudoespiritualidad, creyendo que en India todo es maravilloso y que es el destino ideal para ‘encontrarse a uno mismo’ meditando, cantando mantras y haciendo yoga.
Y luego es posible visitarla y tomar conciencia, como hizo Cristina, de lo que nos hace humanos. O venir simplemente a ayudar a los demás, en un voluntariado. Mi madre me dijo que no disfrutaría India y no le sacaría partido personalmente si no venía a ayudar.
No me arrepiento para nada de haber vistado este país, es más, creo que ha sido una de las experiencias más impresionantes de mi vida.
Pero, como muchas otras veces, mi madre tenía razón.