Dejando Tenerife
Me queda una semana en Tenerife, en la casa que ha sido mi hogar durante los últimos 3 años.
Aquí he sido más feliz que en ningún otro lugar. He encontrado amor, independencia, paz, naturaleza y amistad. He rejuvenecido gracias al sol, la naturaleza, el mar y a Lara. En ningún momento pensé que la estancia en Canarias pudiese llegar a ser tan increíble.
También he conocido otras facetas de la isla y de mí mismo: la soledad, el echar de menos, el miedo, la ansiedad, la enfermedad, el dolor… siento que podría haber aprovechado mucho más para ser consciente de dónde estoy, de la suerte que tengo en mi vida, para valorar y sentir, para ver más las estrellas, los amaneceres, los atardeceres y las espectaculares vistas que hay desde mi casa.
Aun así, pasaría por lo mismo otra vez, encantado, sin cambiar ni un solo segundo de estos últimos años.
No quiero irme. Esa es la realidad. Quiero quedarme aquí para siempre.
Pero sé que tengo que hacerlo.
Me da miedo, porque no sé si algún día podré volver aquí. Y aunque vuelva, ya no será lo mismo. Yo habré cambiado y la situación habrá cambiado. Como cuesta separarse de la rutina, de los hábitos de vida, de los lugares que te han marcado.
Me hace muchísima ilusión volver a viajar por el mundo, sentir esa novedad constante, el conocer personas y culturas, ver lugares y paisajes totalmente nuevos y desconocidos para mí. Y me hace ilusión también hacerlo acompañado, a diferencia de la primera vez. Soy consciente de la suerte que tenemos de poder vivir una aventura así, dure lo que dure.
Por tanto tengo esas dos partes en mi interior, el no querer irme y el querer irme. Eso me está provocando inquietud, no duermo tan bien como antes, tengo malestar en la barriga, me preocupo y estreso por el vender las cosas que me quedan por vender aquí, por aprovechar los últimos días de surf al máximo, por despedirme de las personas que se quedan en la isla y despedirme de Covi y del huerto.
Como cuesta a veces cambiar, dejar atrás una etapa feliz.
Gracias Tenerife.