Todo lo que puede pasar en un trayecto de Guagua
Pablo y yo decimos constantemente que es muy heavy como, viajando por otros países, normalizamos situaciones que, si sucedieran en España, nos echaríamos las manos a la cabeza.
Cada cosa que sucede es una más del día a día, pero realmente, es impresionante las diferencias en las formas de vivir entre países.
Ayer cambiamos de ciudad: dejamos Antigua Guatemala y nos dirigimos al pueblecito de San Marcos, situado a la orilla del Lago Atitlán. En este trayecto, sucedieron varias cosas que hicieron que nos divirtiéramos -y estresáramos- muchísimo.
Empezando por el principio: nos habían dicho que podíamos llegar al pueblo donde nos íbamos a alojar en el lago con un autobús directo, el cual salía frecuentemente desde Antigua.
Pero cuando cogemos el taxi para ir a la estación, el taxista nos comenta que la guagua directa solo sale tres veces al día y que, por tanto, tendríamos que esperar. Al llegar a la estación otra persona nos comenta que no, que debemos coger dos autobuses: uno que nos lleva hasta un pueblo (Chimaltenango) y desde allí coger el que va a San Marcos.
Pero no, al llegar a Chimaltenango, otra persona nos dice que tenemos que coger una que va en esa dirección, pero no llega directa.
En vez de eso, nos deja en medio de una autopista. Al bajar (bajar en literalmente dos segundos con la guagua en marcha porque, como van llenas de gente y hacen trayectos largos, no pierden tiempo), nos damos cuenta de que, por supuesto, aún no hemos llegado.
Preguntamos a los locales y nos comentan que debemos de coger ooootra guagua hasta un pueblo del lago llamado San Pablo y desde allí un tuk-tuk.
Total, que al final lo que iba a ser un trayecto de 3h en una guagua directa, acabó siendo un trayecto de casi cinco horas en tres guaguas diferentes y un tuk- tuk.
Y, en realidad, es así como funcionan las cosas aquí: nunca sabes qué va a pasar exactamente, ni a dónde vas a llegar, ni cómo vas a llegar.
Además, para coger las guaguas, tenemos que preguntar a los acompañantes de los choferes o cobradores, porque no hay ningún tipo de señalización ni cartel que indique el destino.
Estos señores se dedican a ir gritando a pleno pulmón el destino al que va la guagua. Imagínense el caos en las estaciones.
Además, cuando te cobran, no dan ningún ticket ni comprobante. Nosotros una de las veces pagamos cada uno su ticket individualmente y, al cabo de dos segundos el cobrador nos dijo que faltaba uno de nosotros por pagar.
Le explicamos que sí, que le acabábamos de dar cada uno nuestro dinero, pero el tipo estaba convencido de que no, y nos hizo pagar uno más de nuevo.
No obstante, casi al final del trayecto volvió a nosotros, hablamos de nuevo con él y le explicamos que se pudo haber confundido porque había mucha gente y que lo que menos nos interesaba era no pagar (1€ al cambio); así que nos acabó devolviendo el dinero sin resentimiento alguno.
Otra cosa curiosa que ocurre es que el equipaje siempre, o casi siempre, va en lo alto de los transportes: lo atan bien y ahí va todo el camino, junto a grandes bolsas de materiales que llevan los locales.
Cuando estábamos ya subidos en la primera guagua, esperando aún en la estación a que arrancara (por cierto, otro asunto a tener en cuenta: las guaguas no tienen horarios fijos siempre esperan a que se llenen para salir), se subieron como tres o cuatro personas, una detrás de otra, vendiendo cosas o simplemente pidiendo dinero.
Eso es muy común aquí en Guatemala, la gente se sube a las guaguas con total libertad y mendigan allí. Pero no sólo eso, durante el trayecto, también se suben todo tipo de personas con diferentes propósitos.
Ayer, nos encontramos con las siguientes:
- Un predicador, que se puso de pie al principio de la guagua y comenzó a dar una especie de misa, con su mini biblia y todo.
- Un señor con una guitarra que estuvo durante 45 minutos cantando y tocando canciones relacionadas con Jesucristo. Cuando no cantaba, predicaba sin parar con una pasión inaudita.
- Una señora mayor que vendía comida: tortas de carne, dulces, bebidas… Llevaba todo esto en una cesta que aquí se colocan comúnmente las mujeres en la cabeza y andan de un lado para otro tan tranquilamente.
La verdad que a mi los dos primeros me tenían ya la oreja comida, porque hablaban sin parar y muy alto, repitiendo todo el rato las mismas cosas. En ese momento deseaba que se callaran, pero, ahora que lo pienso, en realidad era super divertido.
Además, hay que tener en cuenta que, como las guaguas van llenas de gente, muchas veces no hay sitio. Pero, aunque no lo haya, la gente busca la forma de sentarse, ya sea unos encima de otros, o, incluso, hay quienes se las apañan para encontrar una postura cómoda para sentarse entre los asientos que dan al pasillo: apoyan los muslos en los extremos y el culo queda en el aire en medio del pasillo.
Y así se quedan dormidos incluso, cosa que nos parece increíble, porque los choferes conducen a una velocidad de vértigo por carreteras que están llenas de curvas cerradas y no paramos de movernos de un lado para otro.
También hay muchos ruidos siempre: ya sea del motor de la guagua, los pitazos continuos (cada vez que van a adelantar a un coche pitan, en lugar de usar los intermitentes.
Ah, por cierto, el claxon no está en el volante; de hecho, tienen que tirar de una cadena que viene de lo alto del techo) o también la música que ponen a un volumen muy alto. Tan pronto te ponen canciones locales navideñas, como rock español, o cumbias, la música típica de esta zona.
Y sí, todo esto que estoy contando nos sucedió ayer en un solo trayecto. Es realmente increíble y divertido.
Cuando está sucediendo no nos damos cuenta, porque está pasando en ese momento y porque estamos pendientes de otras cosas que creemos más importantes, como cuánto tenemos que pagar, o si el trayecto que está llevando la guagua es el correcto…, pero cuando hablamos sobre ello nos damos cuenta de que, en realidad es todo un show, jajajaja.
Queríamos compartir esto por aquí para que ustedes puedan conocer un poco de lo que sucede aquí y, también, para nosotros poder recordarlo en el futuro y que no quede en el olvido.