
Un país sin reglas
‘Chill’.
Quizá esa era la palabra inglesa que definía a gran parte esta sociedad. En español sería como ‘relajado’ o ‘tranquilo’, pero no es exactamente lo mismo.
Ellos sin embargo tienen una aún mejor: ‘biar nanti’ que literalmente significa “déjalo para después” o “ya lo veremos”. Esta expresión muestra una actitud despreocupada y flexible hacia la vida, típica de la cultura indonesia, donde muchas veces se prioriza disfrutar del momento en lugar de estresarse.
Lo noté nada más llegar. Alquilé una moto en el mismo homestay donde me estoy quedando y el chico no me pidió ni el pasaporte, me dijo que le pagase cuando quisiera y que la moto no tenía seguro.
Pese a haber una buena infraestructura de carreteras aquí cerca de Kuta, en la isla de Lombok y muy poco tráfico, nadie corría mucho. De hecho los vehículos solían ir bastante despacio. Me sorprendió mucho también lo laxas que eran las reglas: habían motoristas que llevaban casco, otros no. Gente sin camiseta conduciendo, incluso niños. En los arcenes, algunos vehículos de vez en cuando circulaban en dirección contraria, porque era una vía mas corta para llegar a su destino. Perros, vacas, cabras y gallinas cruzan la carretera de forma continua. Nadie se queja, no hay accidentes, es normal.
Llevo aquí casi un mes y solo he visto un coche de policía, una vez. No hacía nada especial. Parece como si no haya reglas, pero todo el mundo convive de forma armoniosa. Seguramente es eso lo que hace que la mayoria de viajeros que vienen de visita, se acaben quedando tanto tiempo, meses e incluso años. Es una gran diferencia respecto a sus países europeos de origen, en los que todo está controlado hasta el detalle y donde son los otros ciudadanos los que te llaman la atención si haces algo que sale de lo habitual. Hay personas a las que les gusta ser responsables de sus decisiones y no tener que verse obligados a cumplir reglas solo porque están ahí. Los mochileros suelen ser de ese tipo. La sobrerregulación, en aras de proveer seguridad mata el riesgo, la aventura. Así una sociedad va cayendo poco a poco en el sopor de la conciencia, convirtiendo a sus ciudadanos en autómatas.
Y no lo sé, quizá hay un montón de leyes en Indonesia respecto a muchas cosas, pero no las conozco ni parece que nadie las conozca aquí tampoco.
Salgo a dar una vuelta caminando y todos los niños me saludan y me quieren chocar la mano. Vecinos me dicen hola desde sus casas, preguntándome de dónde vengo. Veo sonrisas.
Llueve, a veces de forma torrencial. Pero no hace frío, así que nadie se preocupa demasiado. Te pones un chubasquero o te mojas entero y tampoco hay problema; ya te secarás. Además esas lluvias son la causa directa de que todo sea tan verde y espectacular.
Voy a surfear y, en el pico, donde se cogen las olas, nadie se enfada, la gente se respeta. Los locales a veces gritan cuando viene una buena ola y alguno se pone a cantar.
Creo que de todos los países que he visitado en mis viajes, este es quizá el que tiene la filosofía de vida que más me gusta.