Diferencias al viajar con 24 y 35 años
Siempre pensé, al volver a casa sin un solo euro y pocos días antes de mi 25 cumpleaños, que volvería a viajar de esa manera.
Lo que no me imaginaba es que iba a tardar tanto.
Mi idea era montar un negocio online durante 1 o 2 años y lanzarme otra vez a la aventura con mis mochilas lo antes posible. Pero luego la vida ocurrió y, entre unas cosas y otras, tardé 11 años en volver a cruzar un océano hacia la otra parte del mundo.
Muchas cosas han cambiado desde entonces, y me parece curioso ver cuáles han sido las diferencias al viajar con una edad y con otra:
A los 24 no sabía casi nada de la vida. Era un completo idealista que vivía en las nubes y pensaba que, en general, las cosas eran realmente sencillas. Básicamente creía que todo era posible y que, para hacer realidad tus sueños, solo debías creer fielmente en ellos y confiar en la vida. Esa “inconsciencia” me ayudó realmente a llevar a cabo cosas que ahora me parecen de locos, como viajar durante 8 meses por el mundo con solo 3.000€ en la cuenta del banco.
Llegué a Kuala Lumpur con 2.500€, después de haber gastado el resto en el primer vuelo. Al contar con tan poco dinero, debía mirar muy bien todo lo que hacía. Tenía que comer barato y alojarme barato y esa fue una de las razones por las cuales me quedaba mucho tiempo en cada país en vez de moverme de un lado a otro (pasé 3 meses en Malasia, 2 en Tailandia y 3 en Omán).
A pesar de que tenía muy poco, era muy creativo encontrando opciones que me permitiesen vivir barato, como pasar 10 días en un templo budista haciendo meditación, ir a Workaways o vivir durante un mes entero en cabañas de bambú en una especie de comuna hippie. Aun así, ver como mes tras mes el dinero se evaporaba me creaba bastante inquietud y determinó tanto los lugares a los que fui como el momento de volver a casa.
Ahora he viajado con un presupuesto mucho más amplio, por lo que no he tenido que mirar el dinero. No consideraría que el viaje ha sido “mejor” por ello, pero sí quizá más entretenido, al tener más estímulos por ver diferentes países y culturas y también por supuesto más cómodo, al poder escoger realmente los alojamientos, sitios para comer y transportes que me apetecían.
Como ya comenté, la esencia del viaje no cambia, todo son aventuras. Pero sí ha sido mucho más tranquilo el poder viajar deciciendo tanto lo que realmente quería hacer como la duración del viaje, sin tener que estar determinado por el prespuesto.
Por otro lado, con 24 buscaba también más diversión, asociada por aquel entonces a salir de fiesta. Tampoco comía muy bien que digamos y hacía el ejercicio justo, mientras que ahora le he dado muchísima importancia a estas dos cosas, ya que son la base de mi bienestar. Y también me he interesado más por la cultura, por saber por qué un país y sus gentes son como son y qué dificultades o retos tienen.
En aquel 2012 poca gente viajaba aún con portátiles y smartphones, aunque la tendencia ya empezaba a despuntar. Aún recuerdo las palabras del dueño de la guesthouse en la que me alojaba: “before people traveled with guns, now with laptops”. Yo era uno de los pocos frikis que buscaba vivir de Internet y mi teléfono era aún una Blackberry. Tampoco tenía una tarjeta SIM con datos, iba pillando el wifi de los hostales y lugares a los que iba, mientras que ahora eso es lo primero que hago al llegar a cualquier país. Y hoy en día muchos alojamientos tienen una sala dedicada exclusivamente para aquellos que necesitan trabajar online.
También recuerdo que viajaba con una pila de libros en la mochila, que me había ido comprando o encontrando por ahí. A pesar de que me encantan los libros físicos, ahora los llevo todos en un lector de ebooks, básicamente por ahorrar peso.
Instagram acababa de aparecer. Mi primera foto subida a la red social fue, de hecho, en Malasia, pero pasaron muchos años antes de que subiera otra. Ahora comparto casi todo allí, con artículos ocasionales en esta web. Continúo escribiendo partes de mi viaje en un blog, igual que lo hice en su día. La mayoría de gente -me incluyo- tiene ahora déficit de atención, ya casi no leen, prefieren vídeos cortitos, sin profundidad y llenos de dopamina.
Hace 11 años tampoco sentía la necesidad de volver a casa. Me hubiera encantado ver a mi familia y amigos, pero si hubiese podido alargar el viaje lo habría hecho sin pensarlo. Mientras que ahora, sentí que esos 8 meses eran incluso demasiado tiempo sin ver a las personas que quiero. Cuanto mayor te haces menos tiempo te queda para compartir con tus progenitores, y no me gusta desaprovechar eso.
Pero hay cosas que no han cambiado: el interés por conocer personas y el no querer planificar, llegar a los lugares sin saber nada de ellos, dejando que me sorpendan. El ansia por ver paisajes nuevos y cosas extrañas y la sed de nuevas aventuras, sean del tipo que sean.
Debe ser curioso viajar así, en cada década de la vida y ver cómo cambian las cosas, tanto externamente como internamente.