Semi-Lamentación por Nicaragua
Me gustaría poder escribir que Nicaragua me ha parecido un país maravilloso, pero desgraciadamente no es así.
El problema es que tengo una tendencia demasiado marcada a hacer una valoración de los países que visito en cuanto a lo que me han parecido sus gentes y, en el caso de Nica, ha habido demasiadas señales negativas:
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Parecía una norma el intentarnos timar, cobrándonos de más, en lugares como el transporte público. Incluso cuando aprendimos que lo mejor era preguntar a otros usuarios el precio -en vez de a los mismos conductores-, alegaban que nos tenían cobrar doble por llevar nuestras mochilas.
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Muchos hombres, sobretodo en las ciudades, no tienen ningún respeto por las mujeres. Les silban, gritan o dicen cualquier cosa al pasar. A Lara incluso un policía se le puso enfrente diciéndole “hello beautiful” un día que iba sola, confundiéndola con una turista estadounidense.
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Muchísimas personas no tienen la conciencia necesaria para recoger su basura y la tiran en cualquier sitio de la calle. Era normal en los autobuses ver a otras personas tirar su botella de Coca-Cola por la ventana una vez vaciado su contenido. Esto hace que veas plásticos y basura por todas partes y que incluso te llegues a acostumbrar a la suciedad callejera, lo cual es una pena.
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En las calles no suele haber semáforos y los coches o motos no tienen ningún respeto por los peatones. Si estás cruzando y viene un coche, mejor párate, porque la mayoría de ellos no tienen ninguna intención de hacerlo.
Por supuesto, varias de estas características se repiten en otros países vecinos.
En Honduras el tema del respeto hacia las mujeres es aún peor y lo de la basura en las calles o en plena naturaleza se repite en casi todas partes. En México y Guatemala muchas cunetas de las carreteras eran auténticos vertederos.
Sé que es muy sencillo juzgar desde mi posición, desde la educación que he recibido. Pero es normal, todos juzgamos al viajar, lo comparamos absolutamente todo con nuestro país de origen: el clima, las personalidades, la arquitectura, la naturaleza, la comida…
A mí no me importa si en un país hace un calor horroroso, si llueve mucho o si hace un frío que te congelas. No me importa si la gente vive en cabañas, en rascacielos o en iglús, no me importa si los parajes son desérticos o selváticos y tampoco me importa si la comida nacional es la pizza, los tacos, las pupusas o la paella.
Pero sí me importa si las personas son amables o no, si te tratan bien siendo extranjero, si tienen respeto por los demás y por su propio país.
Por supuesto, esto es una generalización, ya que juzgar un país únicamente por las acciones de unos pocos es una simplificación excesiva.
Por ejemplo en la isla de Ometepe (una isla volcánica preciosa que se situa enmedio de un enorme lago) varias de las “reglas” que comentaba antes no se cumplían: los hombres eran respetuosos con las mujeres, no nos intentaban timar todo el rato y en general se respiraba muy buen ambiente.
Y también conocimos Nicaraguenses espectaculares en otros lugares, como Marianela, la propietaria del primer Airbnb que tuvimos en la ciudad de León. Ella era periodista de profesión, pero tuvo que dejarlo por presiones del gobierno actual.
El caso es que el régimen de Daniel Ortega, actual presidente -o mejor dicho dictador- de Nicaragua, está convirtiendo el país poco a poco en un pequeño infierno, según nos comentaban ella y sus amigas.
Ortega se ha “cargado” a toda su oposición, encarcelándolos o deportándolos. También ha cerrado toda televisión o periódico contrario a su régimen y ahora, por último, está persiguiendo a toda institución que esté a favor de los derechos humanos, incluyendo las religiosas.
Marianela ha tenido que reinventarse a la fuerza, alquilando algunas habitaciones de su propia casa y, a pesar de que no ve ningún futuro a su país, se pasa el día cantando y charlando amigablemente y siempre tiene una sonrisa para dedicarte, representando la resistencia y la esperanza enmedio de la adversidad.
Esta situación política es algo que, por supuesto, como turista prácticamente ni se ve, ni se nota. Puedes pasar de un lado a otro del país tranquilamente, visitando sus hermosas playas, sus volcanes espectaculares, sus enormes lagos y sus espectaculares puestas de sol.
Así que he sentido una mezcla extraña de sensaciones en Nicaragua: otro país, como otros en Centroamérica, lleno de contrastes, de dualidades que reflejan la complejidad de cualquier nación, donde la cultura, la política y las interacciones humanas se entrelazan de manera intrincada y prácticamente imposible de entender para un simple turista o viajero.
Me ha gustado y no me ha gustado a la vez.
Y pienso que ojalá el lado humano y político de este caluroso país vuelva a estar pronto a la altura de sus paisajes.